“Sobre mi cadáver”, dice joven guarda sobre cambio de ruta ferroviaria. El experto Antero Carmona alerta sobre impacto en zonas sin estudios ambientales ni trabajo social del gobierno
Algunos, en esta tierra colmada de cenotes, fueron usados durante muchos años como basureros, moteles y bares clandestinos, y hasta como sedes para hechicería y magia negra.
Hace menos de una década, un grupo de jóvenes, hijos de asalariados en los pomposos complejos hoteleros y restauranteros de la Riviera Maya, crearon un colectivo para rescatarlos. Sus padres o abuelos habían formado pequeños poblados cercanos a sus centros de trabajo, aunque en la parte continental, sin mar, “porque la zona costera no es para los pobres”, solía decir uno de los patrones, según cuenta don Nemesio Tuyub, cuyo nieto: Emilio, es integrante de “Los Guardianes Comunitarios”.
Justo en esa área donde se asentaron las familias, abundan cavernas y pozos de agua de mil colores, y es la parte en la cual, según el gobierno federal, se construirán ahora las vías, estaciones y demás infraestructura del Tren Maya. Un cambio de último momento, orillado por las protestas de poderosos hoteleros y desarrolladores inmobiliarios, quienes se opusieron a cualquier obra sobre la carretera 307 -como se planteaba en el proyecto original- para evitar afectaciones a sus entradas, instalaciones y programas turísticos.
“No destruirán nuestros cenotes. Sobre mi cadáver”, dice Emilio en tono envalentonado.
La inquietud de estos pobladores y vigilantes ha comenzado a ser arropada por expertos en la protección de recursos naturales, quienes han trabajado en la zona…
Antero Carmona, uno de los ambientalistas más prestigiados del país -ha trabajado en todas las dependencias relacionadas con el tema: Sagarpa, Profepa, Conagua y Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas- y quien ha desarrollado diversos estudios en la Riviera, señala:
“Todas las grandes obras de infraestructura generan un impacto ambiental: de por sí la ruta original lo generaría, con mayor razón un cambio a estas alturas: la Península tiene un suelo calcáreo y cualquier obra repercute tanto a nivel superficial como subterráneo, porque toda el agua corre a nivel bajo”.
“Si mueves el proyecto metros más, metros menos, hacia izquierda o derecha, será una parte donde no hay estudios ni trabajo social, no sabemos qué biodiversidad se perjudicará y qué población se tocará: si hay pobreza y rezago social, se acentuará por sobreexplotación; se dará empleo a la gente a costa de los recursos naturales, de la contaminación del agua y la cultura”.